Monday, January 26, 2015

#3 La decepción del rey



Dos de los guardias me habían obligado a sentarme en uno de los grandes sillones de terciopelo con bordes en color oro que hacían juego con la habitación, que era una especie de sala revestida con cuadros a los cuales no les prestaba atención alguna al tener la vista clavada al suelo, el cuerpo temblando del miedo que no dejaba de invadirme el cuerpo y en especial, de la mirada que me daba ese hombre con ojos de fuego.


  • Su majestad... ¿Qué hacemos con esta mujer? Creíamos que era su invitada por como vestía, pero...- antes de poder proseguir, el hombre de ojos de  fuego habló.
  • ¿Comó es que has llegado aquí? -su voz era ronca, como si hubiera gritado toda su vida y jamás hubiera regresado a la normalidad- ¡Responde! - me ordenó duramente.
  • Alguien me trajo… -dije en un susurro, hasta podría pensar que ni lo escuchó; sin embargo, al instante otra pregunta llegó.
  • ¿Quién? - ¿Comó que quien? Me pregunté sin entender su pregunta, claro que no sabía quién, me había desmayado. Presione mis puños y solo pude responder en otro susurro - No lo sé... -no me atrevía a mirarlo- no sé ni donde estoy… -me atreví a decirle algo más y su respuesta fue una carcajada que definitivamente no sonaba nada feliz.
  • Claro que no sabes donde estás, tú jamás debiste haber llegado aquí -gruñó profundamente, hasta puedo jurar que a uno de los guardias le tembló la mano que mantenía sobre mi hombro.
  • ¿Jamás? -pregunté- disculpe, pero creo que fue uno de los paramédicos que me trajo aquí, porque me había desmayado... -de mi boca salieron estas palabras, ya un poco malhumorada con ese señor, y al instante me maldije por haberlo comentado Tonta, tonta, debes de callar, tu no sabes si es un terrorista que tomó a la rehén equivocada.. No recibí alguna respuesta del hombre, lo cual me relajo un poco más y me dio el impulso de alzar la mirada y verlo, al hacerlo pude ver bien su rostro.


Él no parecía enojado, él estaba decepcionado de verme y bueno sí, claro que se veía enojado, pero más aún decepcionado, como si de verdad se hubiera equivocado de rehén y fue cuando tuve la idea mas tonta del mundo.


  • ¿Y si… me deja ir por donde vine? -pregunté entre dulce y temerosa, pero para mi decepción él se comenzó a reír, llevando su mano al rostro de manera cansada.
  • Ya no tienes manera de regresar -me dijo firmemente.
  • Cla-claro que puedo, digo yo prometo no decir nada, puedo hacer un juramento de sangre, lo que usted desee, pero déjame ir, por favor- incline la cabeza lo mas que pude ante él.
  • No puedes regresar -dijo con su voz ronca llena de decepción.
  • Pe-pero - la voz se me comenzaba a quebrar- mi padre no tiene nada, se lo juro, ni un solo centavo- gemí con lágrimas en los ojos, lo volví a mirar con esas lágrimas que no dejaban de correr por mis mejillas y rogué por mi vida- ¡Se lo ruego! - y lo único que escuche fue un suspiro largo y cansado.
  • No puedes irte de aquí, ya no estas en tu mundo, Lumarie De La Luz -dijo mi nombre, sabía mi nombre, pero ese apellido... ¿Ése apellido qué era? Eso no era mío, mi apellido era García, no ése ¿Tan siquiera eso era un apellido?


¿Espera sabe mi nombre, por qué sabe mi nombre? ¿Cómo sabe mi nombre? ¿Acaso en verdad es a mi a quien iban a raptar? ¿Mi padre me ocultaba algo que no sabía? Mi mente luego proceso algo más de lo que dijo ¿Mundo? ¿Que no es mi mundo? ¿Qué tipo de raptores son estos que se visten tan raro?


Mientras me llenaba de preguntas que  a cada segundo se hacían más absurdas, sentí la presión de la manos de mis captores ejercer fuerza en mis brazos, para luego levantarme de ahí.


  • ¿Qué harán? -pregunté mientras me removía en los brazos de los hombres vestidos de guardia - ¡No! - grité.
  • ¿Su alteza está seguro que no debe de ir directo a la cárcel? -preguntó uno de los guardias que estaba delante mio.
  • ¿Cárcel? Es imposible, aquí no puede existir algo- el señor o como ellos le llaman “su alteza” me miró duramente y callé.
  • Ella…-hubo un segundo de silencio y prosiguió- es una invitada desafortunadamente  especial, solo llévenla a una habitación y custodien las ventanas y la entrada del cuarto, no deberá salir- volvió a callar y antes de que pudiera salir alguna palabra de mi boca, los guardias de mala gana me sacaron de ahí nuevamente.


No deje de llorar ni patalear, pero su agarre era fuerte e hiciera lo que hiciera no les afectaba ni un poco, entonces fue cuando me rendí y me deje llevar. No podía creer la poca fuerza que tenía yo y lo tan diferente que pensaba  que sería esta escena un tiempo atrás si algún día algo como esto me sucediera.


Definitivamente no era como las películas ni los libros, no existiría ningún golpe de suerte por el cual lograra zafarme y escapar, no, solo seria como esos personajes secundarios que siempre terminan encerrados o peor aún muriendo al comienzo de la historia.


  • No sé que tanto tiene de especial esta mujer para el rey -conversaban como si yo no existiera, bueno ya hacía un rato que solo caminaba con la cabeza caída y arrastrando mis pies cansados en esos tacones que, si no fuera por lo que estaba pasando, ya los hubiera mandado a volar.
  • No tengo ni la menor idea, pero es su orden y la debemos de seguir -habló una voz más juvenil pero igual de ronca que los otros- vamos a usar ésta de aquí.
  • ¡Abre la puerta! -ordenó uno de los guardias que no me sostenía, pero que hizo que los que sí lo hacían se detuvieran y otro cruzara por mi lado y la abriera- ¡Destruyan todas las maniguetas de las ventanas, incluso las del baño, aunque sea pequeña, para que no pueda abrirlas; saquen todo objeto punzante o cualquiera que pueda ser utilizado como arma!- de nuevo ordenó y solo pude ver pasar más pies cerca mio que entraban, rompían y tomaban cosas.


Luego de unos minutos que parecieron ser eternos, me volvieron a empujar y solo cuando estuve un poco después del marco de la puerta,me empujaron y estuve apunto de caer, pero logré estabilizarme y alze la mirada para observarlos, mas solo me dejaron ver a uno de ellos, a uno que no había visto y que parecía joven, pero en su rostro hubo una pequeña mueca de sorpresa que desapareció en cuanto la puerta se cerró.


Me quede mirando en la misma dirección por un largo rato, esperando algo que ni sabia que era y luego solo me dedique a mirar a mi alrededor. Era un cuarto con ese toque de rojo, oro y carbón, que al parecer tenía todo este lugar; un librero pegado a la pared con unos cuantos libros, una cortina en gris carbón que ocultaba una ventana que me daba a entender que era de día… ¡Día! Corrí hasta la ventana, sintiéndome esperanzada por saber dónde estaba o tan siquiera poder utilizar mi... ¡¡Celular!¡¡Que tontos! Me dije con una sonrisa que se hacía cada vez más amplia, como me alegraba haber guardado el celular en el elástico de mi pantie por mi desconfianza de tenerlo en mis manos o en una cartera, con unos movientos ya tenía mi celular en mano y tras correr hacia la ventana y haber corrido las cortinas, lo que mis ojos vieron fue diferente.


¿Donde estoy? - de mi boca salieron estas palabras al ver ese jardín o más bien parque, era enorme, se podía ver como se dividía en pequeños cuadros, con el suelo de lascas de piedras encerrando un árbol de flores blancas y claro rojas, arbustos con flores con lo mismos colores de las de los árboles o solo pasto muy bien podado. Justo después de esos cuadros de piedra, en el centro, había una fuente en forma de una llama, de la que parecía brotar fuego, el cual alimentaba a un pequeño lago de “lava” que era cruzado, a cada extremo de la fuente, por dos puentes construidos en piedra negra, por donde se veían pasar más de esos guardias con sus uniformes y las manos puestas en sendas espadas que no dudarían en utilizar.


Esto definitivamente no es Panamá.


¿Qué persona con dos dedos de frente haría una casa/mansión/castillo en Panamá, sin ser acosado por otras personas? Peor, si Panamá era tan diminuto, tal vez esto podría cubrir una gran parte de Chitré. No esto no puede ser Panamá, esto no puede ser… De este mundo, esas palabras de nuevo regresaron a mi mente, pero las hice desaparecer al instante, era imposible.


Debía ser imposible.


Ver ese jardín me hizo perder la noción del tiempo, hasta que volví a mi realidad y de un momento a otro tome mi celular en la manos, lo desbloquee y agradecí que la batería no se hubiera esfumado; sin embargo, al instante entendí porque no se habían preocupado por registrarme por si tenia celular.


Aquí no había señal.


Maldije, pero sin perder las esperanzas comencé a caminar por el cuarto mirando el estado de la señal del celular, alzándolo lo más alto que mis brazos me lo permitían y sin bajar las manos; subiendo a la cama, a la silla, a la mesa, hasta intentando subir a el librero, pero todo era inútil, sólo podía ver una estúpida “x” en las barritas de señal. Gemí bajito, volviendo a desesperarme, ¡Cómo odiaba esto! Y yo creyendo que era toda una astuta y ellos unos idiotas por dejarme con el celular.


Ahora, eso no impidió que me detuviera, algo encontraría, lo sabía, alguna forma debía de haber ¿No decía el dicho que nada era imposible? Respire profundo y mire todo a mi alrededor, algo, algo debía de funcionar.


Me detuve de nuevo en la ventana. Romper la ventana, pero claramente vi como sacaban cualquier objeto punzante. Negué rápidamente, algo debieron de olvidar, nadie puede quitar todo en segundos sin dejar algo atrás. Revisando por debajo de la cama, sacando los libros de la estantería, registrando cajones, intentando alzar cosas que me pudieran funcionar para romper la ventana, pero nada, no había absolutamente nada que pareciera ser útil. Camine hasta la cama y subiéndome en esta, me apoye en el respaldar de la cama abrazando mis rodillas, para pensar o simplemente para esperar que algo sucediera, me revolví el cabello desesperada y volví a mirar a mi alrededor, pero lo único que encontré fue un cuarto desordenado y mi total decepción, ya ni lloraba, solo me estaba rindiendo y rogando que mi padre o mis amigos ya hubieran puesto la denuncia de mi pérdida; sin embargo, una realidad era que en mi país  difícilmente se encontraba a la gente perdida, a menos que solo fuera su cuerpo mal enterrado o flotando en algún río…


No sé en qué momento fue en el que me dormí pues al abrir los ojos, el primer sonido que recibí fue el  de la puerta al cerrarse y alguien que gritaba “¡Ahí esta tu comida!” Vi una bandeja de comida al pie de esta, que por  lo que veía, se veía ¿Bien? Fruncí el ceño y mi estómago reaccionó ante el olor, tenía hambre y mucha, tanto así que me dolía. Baje de la cama, caminé hasta ésta e inclinándome para tomarla, dude ¿Y si tenía algo? Pero a este punto, creo que no me importaba.


Estando en la cama comencé a comer, me sabía un poco extraño, como si se hubieran olvidado de la sal, aun así no deje comérmelo todo, hasta dejar el plato limpio y de disfrutar del vaso de agua que mi cuerpo necesitaba desesperadamente. Dejé escapar una sonrisa de satisfacción.


Esto no es normal, no me debería sentir así, a pesar de todo…- murmuró muy bajo - ese hombre no me mandó a la cárcel, él me envió a un cuarto, definitivamente se había equivocado de persona, pero no me mandó a matar, creo que es lo que haría una persona que secuestra a la persona equivocada ¿No? - de nuevo mis ojos cayeron en la ventana, la cual  se encontraba con las cortinas corridas y ahora dejaba ver un atardecer- ¿Porque me dejaran ver lo que hay afuera de aquí?¿En verdad creen que no puedo escapar? -me crucé de brazos y decidí que esto era más complejo y extraño de lo que parecía.


Ahora si esto no es nada normal, ahora si estoy comenzando a pensar o creer que puede que esté pasando algo más...


Entonces fue cuando me eché a reír en la cama, dando vueltas en ella y revolviendo mi cabello -¡Me estoy volviendo loca! - dije, sin importar si los de afuera me escuchaban, ya no me importaba nada, pues estaba comenzando a creer cosas que solo en libros sucedían.


Si loca, loca estaba.


Fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe, limpiando mis ojos pude ver borrosamente a alguien de pie en el marco de la puerta y tomando mis lentes lo pude ver claramente ésta vez. Era una chico tal vez mayor que yo; de piel bronceada casi canela, alto, con la ropa algo ajustada dejando que se marcaran sus músculos, su cabello negro no llegaba a ser lo suficientemente largo como para que cayera, pero sus ojos además de expresar entre dureza y sorpresa, eran como los de ese señor al que llamaban “Su majestad”, color rojo fuego, la única diferencia que estos eran tan rojos y vivos, que hasta podría pensar que había una llama ahí, moviéndose.


¿Lo más extraño de todo? Sentía que lo conocía, pero como eso podría ser posible, esos ojos definitivamente no existían en ningún otro sitio, jamás había visto algo igual, solo con “Su majestad”. En ese momento dejé de verlo ¿Que loca miraría por tanto tiempo a alguien que la retenía? No obstante, no fue por eso que deje de verlo, sino porque habló y cuando habló, había dicho mi nombre.

Lumarie… -Y otra vez sentía que conocía esa voz, ronca y severa como la de su majestad, debía ser por eso que la sentía familiar, lo único distinto ésta vez es que él no parecía decepcionado...

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