Thursday, September 17, 2015

Tormentoso


Llevaba horas observando los mismos puntos en el espejo frente a ella. Primero, el punto exacto en el que la tonalidad de las gemas que adornaban su rostro se mezclaba con un suave manto  color mercurio. El azul y el gris bailaban en sus ojos, entremezclándose eternamente y cediendo terreno el uno al otro conforme la luz golpeaba y fragmentaba sus iris; después la búsqueda continuaba  hasta los diminutos lunares que se salpicaban por aquí y por allá en su faz y, por último, se detuvo por enésima vez en sus labios, finos, casi inexistentes en medio del pálido tono de su piel de porcelana. Arqueó una de sus finas cejas de pardo color y volvió a concentrarse en sus ojos. Esos orbes, armónicos en su extraña y única gradación de colores la desconcertaban. Sabía que eran herencia de su padre, un legado que se sucedía entre los miembros más acérrimos de la familia y que solo representaba – según había escuchado alguna vez – el estatus que aquella antigua casa poseía. Debería llenarla de orgullo y honor portarlos, y aún más, exhibirlos resultaría una sublime experiencia para quien se perdiera en ellos; sin embargo, distaba de sentirse honrada por taladrar a las personas con aquellos ojos suyos, al contrario, a veces le preocupaba el miedo que parecía originar en quienes permanecían observándola por demasiado tiempo.  En ocasiones, como ésta, solía pensar que eran demasiado duros, lúgubres e, incluso, solía considerarlos erráticos.

¿Quién podría fascinarse por algo tan anómalo y, a la vez, irrelevante?

“Señorita Aracne, su madre la espera en el comedor principal para la cena” – dijo una voz, agredida por los años, desde la puerta de la sala en la que ella se encontraba.

Pero en otras ocasiones…

Se giró lentamente mientras sus cabellos, suavemente ondulados en las puntas, se movieron al ritmo de su gesto. Observó de pies a cabeza a la mujer que le hablaba, era la principal empleada de la mansión, una mujer demasiado vieja y demasiado dispuesta a lamer el suelo por el que la viuda y dueña del apellido familiar caminara. Asintió mientras su mirada se detenía en los ojos marrones de la sierva, sintió como los suyos se entornaban y, a la vez, se adentraban en la mera carne de la anciana mujer. Ésta pareció tensarse en su lugar y el sonido de la saliva siendo tragada con dureza reverberó en el ambiente.

“¿Se le ofrece algo, señorita Aracne?”

“¿Me temes,  Dirce?” – preguntó con aquella fina y melodiosa voz que poseía.

“¿P-porqué pregunta eso, señorita?”- un súbito y nervioso temblor batió sus gestos.

Una sonrisa ladina adornó las femeninas facciones del rostro de Aracne. 

Ella sabía muy bien cómo utilizar aquella dote y aunque nadie jamás le había dicho que hacer, sabía cómo penetrar las defensas de los demás y adentrarse, si acaso era posible, en lo más hondo de la desgraciada alma que se topara en su camino. Sabía amedrantar con solo su presencia y hacer mella en la fuerza y el valor de sus objetivos. Sabía utilizar su herencia y sobre todo, sabía cómo aprovecharse de ella. No podían culparla, le era imposible controlar la fiereza de su propio poder y, usualmente, tampoco tenía intención alguna de controlar algo.

“Tiemblas y pareces ligeramente sudorosa” – observó, avanzando y logrando que la mujer retrocediese unos pasos.

Era fría, grande y más fuerte que su propio cuerpo. Era enorme y negra,  imponente e irascible. Era demasiado para que su fina contextura pudiese domar la presencia de la inmensa silueta que se cernía sobre el escuálido cuerpo de la empleada. Una sombra hambrienta y dispuesta a aplastar a quien se pusiese en su rango de alcance. Era más tenebrosa y sombría que cualquier otro demonio, era aquella herencia que había recibido al nacer, el fantasma que habitaba sus ojos y el poder que dominaba su propia esencia. Era ella y el incontrolable poder que la embargaba, la sed y el ansía de dominar. Era innegable, una suculenta, pero terrible dote.

“Cierra la puerta al retirarte, Dirce, sabes que madre detesta encontrar la puerta de su estudio abierta”- aconsejó la más joven mientras con pasos llenos de gracia abandonaba la estancia.

Aracne no llegó a escuchar la respuesta de la anciana, pero sonrió con malicia al recordar el pavor en las facciones arrugadas de la sierva. Se retorció el gozo en su estómago mientras rememoraba las palabras que lloriqueaba la mujer una y otra vez.

 “Deténgase por favor, me asusta”.

Ah, que agradable era soltarlo de vez en cuando. No sentir el pequeño temor al rechazo, sino dejar que quién dormía en su interior despertase y tomase lo que necesitaba de quien quisiese. Era tan placentero no tener que dominarse a sí misma para no lastimar a quienes le sonreían, encantados con su gracia natural y su espíritu alegre.

“Madre, me informaron de que requería mi presencia aquí”- sonrió con dulzura a su progenitora y ésta devolvió el gesto, sonriendo a través de sus ojos pardos.

“Sí, cariño mío, acompaña a tu madre ésta noche, tu abuela llegara tarde hoy  y me siento muy sola” – el cabello de su madre, de una tonalidad castaña acariciada por suaves rayos de sol, se movió con gracia al dirigirse a su vástaga.

“Claro, madre” – sonrió la menor mientras se sentaba junto a ella y tomaba sus manos – “Por ti cualquier cosa”

La mayor sonrió mientras acariciaba el rostro de la joven mujer.

“¿Y Dirce?- preguntó  su madre, de pronto, con curiosidad – “Dijo que vendría a acompañarnos una vez fuera a darte mi mensaje”

“Oh, ella dijo que se sentía un poco indispuesta y le recomendé que se acostara, los años parecen restarle fuerzas” – respondió la más joven, pareciendo preocupada.

La mayor asintió y acarició los cabellos casi dorados de su hija mientras la cena era servida, pensando en cuan afortunada era por tenerla a su lado. Aracne sonrió a su madre, profesando amor con aquellos orbes de única coloración y desterró a la parte más soterrada de su mente el recuerdo de la aterrada mujer, desparramada en el suelo temblando ante el espectáculo de poder del cual ella había hecho gala.

“Como te adoro, madre








Monday, January 26, 2015

#3 La decepción del rey



Dos de los guardias me habían obligado a sentarme en uno de los grandes sillones de terciopelo con bordes en color oro que hacían juego con la habitación, que era una especie de sala revestida con cuadros a los cuales no les prestaba atención alguna al tener la vista clavada al suelo, el cuerpo temblando del miedo que no dejaba de invadirme el cuerpo y en especial, de la mirada que me daba ese hombre con ojos de fuego.


  • Su majestad... ¿Qué hacemos con esta mujer? Creíamos que era su invitada por como vestía, pero...- antes de poder proseguir, el hombre de ojos de  fuego habló.
  • ¿Comó es que has llegado aquí? -su voz era ronca, como si hubiera gritado toda su vida y jamás hubiera regresado a la normalidad- ¡Responde! - me ordenó duramente.
  • Alguien me trajo… -dije en un susurro, hasta podría pensar que ni lo escuchó; sin embargo, al instante otra pregunta llegó.
  • ¿Quién? - ¿Comó que quien? Me pregunté sin entender su pregunta, claro que no sabía quién, me había desmayado. Presione mis puños y solo pude responder en otro susurro - No lo sé... -no me atrevía a mirarlo- no sé ni donde estoy… -me atreví a decirle algo más y su respuesta fue una carcajada que definitivamente no sonaba nada feliz.
  • Claro que no sabes donde estás, tú jamás debiste haber llegado aquí -gruñó profundamente, hasta puedo jurar que a uno de los guardias le tembló la mano que mantenía sobre mi hombro.
  • ¿Jamás? -pregunté- disculpe, pero creo que fue uno de los paramédicos que me trajo aquí, porque me había desmayado... -de mi boca salieron estas palabras, ya un poco malhumorada con ese señor, y al instante me maldije por haberlo comentado Tonta, tonta, debes de callar, tu no sabes si es un terrorista que tomó a la rehén equivocada.. No recibí alguna respuesta del hombre, lo cual me relajo un poco más y me dio el impulso de alzar la mirada y verlo, al hacerlo pude ver bien su rostro.


Él no parecía enojado, él estaba decepcionado de verme y bueno sí, claro que se veía enojado, pero más aún decepcionado, como si de verdad se hubiera equivocado de rehén y fue cuando tuve la idea mas tonta del mundo.


  • ¿Y si… me deja ir por donde vine? -pregunté entre dulce y temerosa, pero para mi decepción él se comenzó a reír, llevando su mano al rostro de manera cansada.
  • Ya no tienes manera de regresar -me dijo firmemente.
  • Cla-claro que puedo, digo yo prometo no decir nada, puedo hacer un juramento de sangre, lo que usted desee, pero déjame ir, por favor- incline la cabeza lo mas que pude ante él.
  • No puedes regresar -dijo con su voz ronca llena de decepción.
  • Pe-pero - la voz se me comenzaba a quebrar- mi padre no tiene nada, se lo juro, ni un solo centavo- gemí con lágrimas en los ojos, lo volví a mirar con esas lágrimas que no dejaban de correr por mis mejillas y rogué por mi vida- ¡Se lo ruego! - y lo único que escuche fue un suspiro largo y cansado.
  • No puedes irte de aquí, ya no estas en tu mundo, Lumarie De La Luz -dijo mi nombre, sabía mi nombre, pero ese apellido... ¿Ése apellido qué era? Eso no era mío, mi apellido era García, no ése ¿Tan siquiera eso era un apellido?


¿Espera sabe mi nombre, por qué sabe mi nombre? ¿Cómo sabe mi nombre? ¿Acaso en verdad es a mi a quien iban a raptar? ¿Mi padre me ocultaba algo que no sabía? Mi mente luego proceso algo más de lo que dijo ¿Mundo? ¿Que no es mi mundo? ¿Qué tipo de raptores son estos que se visten tan raro?


Mientras me llenaba de preguntas que  a cada segundo se hacían más absurdas, sentí la presión de la manos de mis captores ejercer fuerza en mis brazos, para luego levantarme de ahí.


  • ¿Qué harán? -pregunté mientras me removía en los brazos de los hombres vestidos de guardia - ¡No! - grité.
  • ¿Su alteza está seguro que no debe de ir directo a la cárcel? -preguntó uno de los guardias que estaba delante mio.
  • ¿Cárcel? Es imposible, aquí no puede existir algo- el señor o como ellos le llaman “su alteza” me miró duramente y callé.
  • Ella…-hubo un segundo de silencio y prosiguió- es una invitada desafortunadamente  especial, solo llévenla a una habitación y custodien las ventanas y la entrada del cuarto, no deberá salir- volvió a callar y antes de que pudiera salir alguna palabra de mi boca, los guardias de mala gana me sacaron de ahí nuevamente.


No deje de llorar ni patalear, pero su agarre era fuerte e hiciera lo que hiciera no les afectaba ni un poco, entonces fue cuando me rendí y me deje llevar. No podía creer la poca fuerza que tenía yo y lo tan diferente que pensaba  que sería esta escena un tiempo atrás si algún día algo como esto me sucediera.


Definitivamente no era como las películas ni los libros, no existiría ningún golpe de suerte por el cual lograra zafarme y escapar, no, solo seria como esos personajes secundarios que siempre terminan encerrados o peor aún muriendo al comienzo de la historia.


  • No sé que tanto tiene de especial esta mujer para el rey -conversaban como si yo no existiera, bueno ya hacía un rato que solo caminaba con la cabeza caída y arrastrando mis pies cansados en esos tacones que, si no fuera por lo que estaba pasando, ya los hubiera mandado a volar.
  • No tengo ni la menor idea, pero es su orden y la debemos de seguir -habló una voz más juvenil pero igual de ronca que los otros- vamos a usar ésta de aquí.
  • ¡Abre la puerta! -ordenó uno de los guardias que no me sostenía, pero que hizo que los que sí lo hacían se detuvieran y otro cruzara por mi lado y la abriera- ¡Destruyan todas las maniguetas de las ventanas, incluso las del baño, aunque sea pequeña, para que no pueda abrirlas; saquen todo objeto punzante o cualquiera que pueda ser utilizado como arma!- de nuevo ordenó y solo pude ver pasar más pies cerca mio que entraban, rompían y tomaban cosas.


Luego de unos minutos que parecieron ser eternos, me volvieron a empujar y solo cuando estuve un poco después del marco de la puerta,me empujaron y estuve apunto de caer, pero logré estabilizarme y alze la mirada para observarlos, mas solo me dejaron ver a uno de ellos, a uno que no había visto y que parecía joven, pero en su rostro hubo una pequeña mueca de sorpresa que desapareció en cuanto la puerta se cerró.


Me quede mirando en la misma dirección por un largo rato, esperando algo que ni sabia que era y luego solo me dedique a mirar a mi alrededor. Era un cuarto con ese toque de rojo, oro y carbón, que al parecer tenía todo este lugar; un librero pegado a la pared con unos cuantos libros, una cortina en gris carbón que ocultaba una ventana que me daba a entender que era de día… ¡Día! Corrí hasta la ventana, sintiéndome esperanzada por saber dónde estaba o tan siquiera poder utilizar mi... ¡¡Celular!¡¡Que tontos! Me dije con una sonrisa que se hacía cada vez más amplia, como me alegraba haber guardado el celular en el elástico de mi pantie por mi desconfianza de tenerlo en mis manos o en una cartera, con unos movientos ya tenía mi celular en mano y tras correr hacia la ventana y haber corrido las cortinas, lo que mis ojos vieron fue diferente.


¿Donde estoy? - de mi boca salieron estas palabras al ver ese jardín o más bien parque, era enorme, se podía ver como se dividía en pequeños cuadros, con el suelo de lascas de piedras encerrando un árbol de flores blancas y claro rojas, arbustos con flores con lo mismos colores de las de los árboles o solo pasto muy bien podado. Justo después de esos cuadros de piedra, en el centro, había una fuente en forma de una llama, de la que parecía brotar fuego, el cual alimentaba a un pequeño lago de “lava” que era cruzado, a cada extremo de la fuente, por dos puentes construidos en piedra negra, por donde se veían pasar más de esos guardias con sus uniformes y las manos puestas en sendas espadas que no dudarían en utilizar.


Esto definitivamente no es Panamá.


¿Qué persona con dos dedos de frente haría una casa/mansión/castillo en Panamá, sin ser acosado por otras personas? Peor, si Panamá era tan diminuto, tal vez esto podría cubrir una gran parte de Chitré. No esto no puede ser Panamá, esto no puede ser… De este mundo, esas palabras de nuevo regresaron a mi mente, pero las hice desaparecer al instante, era imposible.


Debía ser imposible.


Ver ese jardín me hizo perder la noción del tiempo, hasta que volví a mi realidad y de un momento a otro tome mi celular en la manos, lo desbloquee y agradecí que la batería no se hubiera esfumado; sin embargo, al instante entendí porque no se habían preocupado por registrarme por si tenia celular.


Aquí no había señal.


Maldije, pero sin perder las esperanzas comencé a caminar por el cuarto mirando el estado de la señal del celular, alzándolo lo más alto que mis brazos me lo permitían y sin bajar las manos; subiendo a la cama, a la silla, a la mesa, hasta intentando subir a el librero, pero todo era inútil, sólo podía ver una estúpida “x” en las barritas de señal. Gemí bajito, volviendo a desesperarme, ¡Cómo odiaba esto! Y yo creyendo que era toda una astuta y ellos unos idiotas por dejarme con el celular.


Ahora, eso no impidió que me detuviera, algo encontraría, lo sabía, alguna forma debía de haber ¿No decía el dicho que nada era imposible? Respire profundo y mire todo a mi alrededor, algo, algo debía de funcionar.


Me detuve de nuevo en la ventana. Romper la ventana, pero claramente vi como sacaban cualquier objeto punzante. Negué rápidamente, algo debieron de olvidar, nadie puede quitar todo en segundos sin dejar algo atrás. Revisando por debajo de la cama, sacando los libros de la estantería, registrando cajones, intentando alzar cosas que me pudieran funcionar para romper la ventana, pero nada, no había absolutamente nada que pareciera ser útil. Camine hasta la cama y subiéndome en esta, me apoye en el respaldar de la cama abrazando mis rodillas, para pensar o simplemente para esperar que algo sucediera, me revolví el cabello desesperada y volví a mirar a mi alrededor, pero lo único que encontré fue un cuarto desordenado y mi total decepción, ya ni lloraba, solo me estaba rindiendo y rogando que mi padre o mis amigos ya hubieran puesto la denuncia de mi pérdida; sin embargo, una realidad era que en mi país  difícilmente se encontraba a la gente perdida, a menos que solo fuera su cuerpo mal enterrado o flotando en algún río…


No sé en qué momento fue en el que me dormí pues al abrir los ojos, el primer sonido que recibí fue el  de la puerta al cerrarse y alguien que gritaba “¡Ahí esta tu comida!” Vi una bandeja de comida al pie de esta, que por  lo que veía, se veía ¿Bien? Fruncí el ceño y mi estómago reaccionó ante el olor, tenía hambre y mucha, tanto así que me dolía. Baje de la cama, caminé hasta ésta e inclinándome para tomarla, dude ¿Y si tenía algo? Pero a este punto, creo que no me importaba.


Estando en la cama comencé a comer, me sabía un poco extraño, como si se hubieran olvidado de la sal, aun así no deje comérmelo todo, hasta dejar el plato limpio y de disfrutar del vaso de agua que mi cuerpo necesitaba desesperadamente. Dejé escapar una sonrisa de satisfacción.


Esto no es normal, no me debería sentir así, a pesar de todo…- murmuró muy bajo - ese hombre no me mandó a la cárcel, él me envió a un cuarto, definitivamente se había equivocado de persona, pero no me mandó a matar, creo que es lo que haría una persona que secuestra a la persona equivocada ¿No? - de nuevo mis ojos cayeron en la ventana, la cual  se encontraba con las cortinas corridas y ahora dejaba ver un atardecer- ¿Porque me dejaran ver lo que hay afuera de aquí?¿En verdad creen que no puedo escapar? -me crucé de brazos y decidí que esto era más complejo y extraño de lo que parecía.


Ahora si esto no es nada normal, ahora si estoy comenzando a pensar o creer que puede que esté pasando algo más...


Entonces fue cuando me eché a reír en la cama, dando vueltas en ella y revolviendo mi cabello -¡Me estoy volviendo loca! - dije, sin importar si los de afuera me escuchaban, ya no me importaba nada, pues estaba comenzando a creer cosas que solo en libros sucedían.


Si loca, loca estaba.


Fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe, limpiando mis ojos pude ver borrosamente a alguien de pie en el marco de la puerta y tomando mis lentes lo pude ver claramente ésta vez. Era una chico tal vez mayor que yo; de piel bronceada casi canela, alto, con la ropa algo ajustada dejando que se marcaran sus músculos, su cabello negro no llegaba a ser lo suficientemente largo como para que cayera, pero sus ojos además de expresar entre dureza y sorpresa, eran como los de ese señor al que llamaban “Su majestad”, color rojo fuego, la única diferencia que estos eran tan rojos y vivos, que hasta podría pensar que había una llama ahí, moviéndose.


¿Lo más extraño de todo? Sentía que lo conocía, pero como eso podría ser posible, esos ojos definitivamente no existían en ningún otro sitio, jamás había visto algo igual, solo con “Su majestad”. En ese momento dejé de verlo ¿Que loca miraría por tanto tiempo a alguien que la retenía? No obstante, no fue por eso que deje de verlo, sino porque habló y cuando habló, había dicho mi nombre.

Lumarie… -Y otra vez sentía que conocía esa voz, ronca y severa como la de su majestad, debía ser por eso que la sentía familiar, lo único distinto ésta vez es que él no parecía decepcionado...

Sunday, January 18, 2015

Inevitable


Solo tenía que entornar los ojos, ignorar la fuerte luz solar que entorpecía su visión y descifrar el brillo que aquellos ojos oscuros le devolvían. Solo tenía que continuar andando- con pasos cortos que buscaban extender el tiempo- sin dirección alguna, pero coordinados, como siempre. Dejar de jugar con las manos, deshacer el nudo en su lengua y disolver el peso en su estómago y, de paso, suprimir aquella errática sensación que la hacía tiritar cada tanto...

Era sencillo, pero resultaba inevitable fallar.

No recordaba un camino distinto.

Había escarbado en lo más profundo de su ser, en los rincones donde la luz era escasa y se almacenaban todos los restos de antiguos temores. Había observado su reflejo y buscado en las pozas profundas que eran sus ojos, algún vestigio de aquel olvido que había procurado edificar simulando las formas de un ominoso amurallado adornado por cardos letales, dividida así su existencia entre la nostalgia y la alegría fragmentada de una vida desigual.  

La búsqueda resultó estéril: era inevitable.

No lograba identificar el error. El tiempo tendría que haber ejercido su magia en ella, borrando aquella sombra que velaba el pardo de sus ojos. Era fuerte ésta vez, en sus ojos las lágrimas nunca encontraban nacimiento y la inflexión de su voz suave se había extinguido conforme sus manos habían cobrado la fuerza necesaria para levantar cada trozo regado en el llano

¿Porqué no tenía la fuerza para apartar los ojos?

Sencillo: era inevitable.

Lo llevaba adentro, sumergido entre las mareas estruendosas de su mente, esa vorágine de sentimientos que no lograban más que renovarse a partir de las cenizas que dejaron ya hacía un tiempo atrás. Esa vorágine que se escapaba en un latido desbocado, ansioso de encontrar el ritmo idílico de aquella melodía conocida.

Comenzó a reírse en cuanto cayó en cuenta y el par de ojos oscuros se fijaron en ella, detenida en mitad de la calzada, asaltada por una risa que tintineaba como cascabeles en los masculinos oídos. Soltó un suspiro y una sonrisa ladina asomó por sus labios mientras ella lo observaba, ésta vez en serio, demostrándole lo que él conocía bien: aquella sensación de inevitable reconocimiento.

Ella se río un poco más y posó una mano en su hombro con familiaridad.

“Caminemos”

“¿Hacia dónde?”

“¿Alguna vez eso ha importado?”

Él la miró y quiso decirle que nada era como antes, aunque supiese que aquello que importaba se mantenía incólume y firme en su posición. Ella negó y con una sonrisa en los ojos, lo llamó por aquél nombre que solo ella podía otorgarle.


“Te contaré la historia de cómo nos conocimos, y nos detendremos en el punto exacto en el que tú decidas, lobo













Thursday, January 1, 2015

2 # - Fuego Antiguo




La peor sensación que he sentido en mi vida ha sido desmayarme, más bien el primer desmayo que tuve a los 5 años fue la peor de todas. Estaba en algún tipo de ceremonia y olía unas rosas, luego solo recuerdo caer, y cuando volví en mí, mi cuerpo no se movía, mi corazón latía desenfrenadamente como en una taquicardia, mis ojos estaban cerrados y aunque hiciera esfuerzo por abrirlos estos no se obedecían. Mi padre y mi madre hablaban cosas que no comprendía, quería decirles que estaba despierta, deseaba moverme, pero nada sucedió hasta que volví a la normalidad. Luego durante años me desmayaba con frecuencia: primero una pequeña taquicardia, luego escalofríos que te hacen sudar, después las cosas te comienzan a dar vuelta y por último un bajon que te deja en el suelo; claro eso lo sentía al principio, después de que te desmayas muchas veces aprendes a predecirlo e incluso detenerlo antes de que suceda.

Pero esta vez fue justo como el primer desmayo, sin poder mover ni un solo músculo. El pánico me comenzó a invadir como aquella vez, pero con todas mis fuerzas intenté mantener la calma y no pensar que podría quedar en estado vegetal, cuando logre ese pequeño paso, me di cuenta que las voces estaban muy lejos ¿Habían despejado el área de la discoteca para traer a los paramédicos?

Rogaba porque fuera así.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero nadie había llegado a donde estaba yo; sin embargo, la taquicardia había disminuido y el escalofrío había cesado, solo sentía el sudor correr por ciertas partes de mi cuerpo, para los siguientes minutos -como si estuviera en uno de esos sueño que no te dejan despertar- pude abrir los ojos de golpe y al hacer esto, mi cuerpo tambien reacciono y quede sentada, respirando con fuerza y agradeciendo al cielo no haber quedado en estado vegetal.

Sin embargo, ahí no terminaron mis problemas, al levantar la mirada pude ver el cuadro con el jardín de rosas de cristal, pero lo que acompañaba al cuadro no era la pared de la discoteca, sino una pared color crema que partia de en un piso que pudiera ser de mármol color gris con marron.

Dicen que cuando el humano siente o ve algo que no es real, busca la manera de encontrarle la lógica, ya que la lógica es lo único que al ser humano no le da miedo. Y ahí me encontraba yo girando mi cabeza para ver lo que había alrededor, porque debía de estar en la discoteca, yo debía... pero entre más miraba más mi corazón de nuevo comenzaba a ponerse nervioso y como un niño que esta apunto de llorar cuando se pierde en un supermercado, me encontraba yo, las lagrimas se querían acumular, pero yo seguía buscando razones para lo que sucedía.

Trague saliva y me levante aun mareada, me apoye en la pared y comencé a caminar a paso lento, mirando todo, quizás ese cuadro era de esos que vendían en cualquier lado y por eso estaba ahí y yo me encontraba en urgencias, una sala de urgencias muy bien decorada.  

Logré tener más confianza, omitiendo cosas como -¿Por qué si estaba en urgencias y porqué me habían dejado en el suelo?- me comenzaba acercar a las voces, pero lo que decían no me parecía que fuera lo que unos médicos dirían.

  • ¿Que te he dicho de perder la compostura? El capitan te va a matar si te ve asi, echado en la silla -reclamó una voz gruesa.
  • Ni que me estuviera viendo ahora mismo -dijo el otro hombre en tono aburrido.
  • Pero podría pasar ahora mismo o peor, podría pasar el prin… -se callaron al verme y al  llegar hasta donde ellos, planchando un poco el vestido ajustado y peinando mis cabellos castaños rebeldes, alze la mirada y el aire se escapó de mi boca y frunci el ceño confundida.

Sus ropas eran estilo militares, pero con una camisa roja, pantalón negro y  una insignia con una llama en su hombro ¿Estaban disfrazados? Mis ojos cayeron hasta su cintura y pude la espada en su funda también en rojo, gris, dorado y blanco. Parecía muy real.

Sin darme cuenta daba un paso hacia atrás, mientras ellos aún parecían estudiarme, o tal vez, hice una mueca de asco y di otro paso hacia atrás, pero uno de ellos me retuvo con su voz.

  • ¿Quien eres? -preguntó el hombre más alto, con algo de canas y cabello de un tono castaño muy claro.
  • Eh...yo… - algo estaba mal, muy mal aquí, me atreví a dar otro paso para atrás, pero eso solo causo que los dos llevaran su mano al mango.
  • ¿Cómo has entrado? ¿Eres una de las invitadas del rey? -hizo otra pregunta el mismo hombre, pero el otro chico que parecia mucho mas joven, levanto el dedo y me señaló.
  • Oh… entiendo, es una de las “invitadas” para hacerle compañía al rey o tal vez al príncipe -sonrió de lado, mirándome de arriba hacia abajo y fue cuando entendí de qué hablaba, mis mejillas se tornaron rojas.
  • ¡Como se atreve! -le grite enojada, muy enojada, sin aún prestarle atención a todo lo que había dicho- No sé de qué está hablando y hasta donde yo sé ya paso Halloween, me he desmayado y ni un doctor me ha atendido -le hable con el tono de voz más respetuoso que pude.
  • ¿Doctor? ¿Halloween? ¿De qué habla? -preguntó el mayor, con cara de confundido.
  • Olvídelo, no estoy aquí para que me esten molestando -me giré y comencé a caminar, pisando con fuerza con los tacones que estaba apunto de quitarme y lanzar.
  • ¿Para donde cree que va? -me agarró del hombro con tal fuerza, que me hizo formar una mueca de dolor- Si no es la invitada del rey, entonces es una intrusa -me presiono con más fuerza y girandome contra la pared, sujetando mis dos manos con la suya.
  • ¿De qué rey está hablando usted? ¿Acaso los drogaron? -grité molesta, aguantando el dolor que me causaba el hombre ese- ¡Suelteme! -intentaba zafarme, pero solo lograba mover los pies y ni con eso alcanzaba a patearlo.
  • ¿Sabes qué creo? -se acercó el otro guardia a mí y lo mire entre molesta y asustada- Me parece que es la primera vez que hace este trabajo y acaba de huir de nuestro rey - dijo con una sonrisa ladeada- Pero si mi rey pagó por ti, entonces debes de hacer tu trabajo ¿Lo sabes no? Vamos lo mejor será que la llevemos de nuevo a donde su majestad -le dijo al mayor de los dos.
  • ¿Qué? ¿Cómo puede faltarme el respeto de esa manera? ¡No soy una prostituta!- le grite, logrando patear entre las piernas al que me sujetaba, y por fin zafarme del agarre del guardia, para echarme a correr.

¿Mi único problema? Los zapatos ¿Quien puede correr con estos zapatos en caso urgencia? Absolutamente nadie. Maldecía mientras hacía mi mejor esfuerzo por correr sin quebrarme un pie.Tomando la primera entrada que veía en el pasillo, la cual llevaba a otro, lleno de puertas y cuadros, Y en mis intentos desesperados para que no me alcanzaran, con las manos echaba al suelo cualquiera cosa que viera cerca, en uno que otro momento escuchaba a uno de esos hombres maldecir al tropezar con lo que les lanzaba y rogaba que en verdad los estuviera retrasando, pero ya mis piernas se cansaban de tanto correr, no era que el correr fuera parte mi diario vivir y menos con zapatos de esa altura; la respiración me comenzaba a fallar a un nivel increíble al punto de quedar casi sin aire, incluso sentía dolores en mi abdomen que jamás había sentido.

Sentí un tirón en alguna parte de mi cuerpo que me hizo  casi detenerme, pero al instante recordé que no podía detenerme y obligue a mi cuerpo a seguir hasta encontrar alguna otra puerta desesperadamente, hasta que estire mi mano -ya viendo doble y apunto de vomitar comida que sentía que ni tenía- abrí la puerta  lo más rápido y lo menos torpe que pude. Entre y tranque la puerta justo antes de que esta resonara por los golpes de los guardias contra ella. me dejé caer contra lo que fuera que estuviera detrás mío, agitada, temblando, sintiendo aún más fuerte los dolores en todo mi cuerpo; sin embargo, aun así no dejaba de mirar la puerta como si mis ojos estuvieran clavados en esta.

Me iban a matar.

Cerré los ojos con fuerza buscando calmarme, pero no sabia que hacer, no tenía ni idea de como defenderme y menos de pelear; me atreví a deslizar la mirada hacia uno de mis costados, intentando ver en la oscuridad en donde estaba, entonces fue cuando vi algo brillar, era como el filo de un cuchillo y sin pensarlo dos veces, gateando e intentando ignorar los golpes que cada vez se hacían más fuertes en la puerta -incluso hasta se podía escuchar la madera crujiendo y cediendo ante estos- llegue hasta ella, mirando de reojo la puerta que estaba apunto de venirse abajo, agarre por el mango lo que ya no era un cuchillo, sino más bien una especie de espada corta, pero lo importante es que con esto podria tener algun tipo de oportunidad.

Un gran estruendo escuche a mi espalda y luego un golpe seco contra el piso, me gire rápidamente con la espada en mano -la cual no paraba de temblar- y si tenia algun tipo de confianza que con esta espada podría defenderme.

Esta había desaparecido, diez guardias habían entrado a ese cuarto oscuro donde me “escondía” presione el mango de la espada más fuerte para evitar temblar, pero ya las lagrimas corrian por mi rostro.

  • ¡Suelte el arma! -con un grito me ordenaron, pero yo no la solté, no podía, mi cuerpo se negaba a moverse-  ¡Señorita, suelte el arma o no dudaremos en utilizar la fuerza! -volvió a gritarme y dar un paso al frente hacia donde me encontraba- ¡Suelte el arma, ahora! -alzó su espada contra mi y esta se tornó roja, como cuando un metal que es calentado a altas temperaturas, reaccione al sentir el calor cerca mio y soltando la espada di un salto hacia atrás pisando mal caí al suelo- ¡Llevensela! -ordenó el mismo guardia envainando la espada y al instante tres se acercaron a mi y a la fuerza me tomaron de los brazos, me revolví intentando zafarme; sin embargo, era imposible.

No entendía qué estaba pasando ¿Quiénes eran esas personas disfrazadas? ¿Dónde estaban mis amigos? ¿Qué hacía yo ahí? ¿Por qué esa espada se había tornado roja? ¡¿Por qué tenían una espada?! ¿A donde me llevaban…?

Luego de un largo rato  ya no peleaba por safarme ni tampoco me cuestionaba más, solo esperaba que en algún momento se detuvieran donde fuera que se fueran a detener y luego solo escuche el golpe a una puerta con los nudillos, esta abrirse y una voz masculina que me hizo temblar.

  • ¿Porque me han de tocar la puerta a esta hora? -escuche decir, no tenia ganas de alzar la cabeza o tal vez no tenía la fuerza para eso
  • Su majestad, esta mujer andaba por los pasillos y por su ropa, pensábamos que era una de sus compañeras -dijo incómodo uno de los guardias, solo escuche a la otra voz solo soltar un bufido
  • Levanta la cabeza -me ordenó el guardia con voz tensa, pero al no hacerle caso, uno de los que estaba a mi alrededor jalo de mi cabello hacia atrás, obligándome a mirar al frente.

Lo primero que vi fueron sus ojos color fuego, pero un fuego antiguo, como si llevaras años y años ardiendo y ya estuviera perdiendo el brillo; sin embargo, no su calidez; el cabello rojizo con una gran cantidad de canas, piel pálida, incluso podría decirse que era un escocés. Por un segundo sus ojos se abrieron como platos y luego solo paso la mano sobre la cara, como si verme fuera su peor pesadilla...

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