Thursday, January 1, 2015

2 # - Fuego Antiguo




La peor sensación que he sentido en mi vida ha sido desmayarme, más bien el primer desmayo que tuve a los 5 años fue la peor de todas. Estaba en algún tipo de ceremonia y olía unas rosas, luego solo recuerdo caer, y cuando volví en mí, mi cuerpo no se movía, mi corazón latía desenfrenadamente como en una taquicardia, mis ojos estaban cerrados y aunque hiciera esfuerzo por abrirlos estos no se obedecían. Mi padre y mi madre hablaban cosas que no comprendía, quería decirles que estaba despierta, deseaba moverme, pero nada sucedió hasta que volví a la normalidad. Luego durante años me desmayaba con frecuencia: primero una pequeña taquicardia, luego escalofríos que te hacen sudar, después las cosas te comienzan a dar vuelta y por último un bajon que te deja en el suelo; claro eso lo sentía al principio, después de que te desmayas muchas veces aprendes a predecirlo e incluso detenerlo antes de que suceda.

Pero esta vez fue justo como el primer desmayo, sin poder mover ni un solo músculo. El pánico me comenzó a invadir como aquella vez, pero con todas mis fuerzas intenté mantener la calma y no pensar que podría quedar en estado vegetal, cuando logre ese pequeño paso, me di cuenta que las voces estaban muy lejos ¿Habían despejado el área de la discoteca para traer a los paramédicos?

Rogaba porque fuera así.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero nadie había llegado a donde estaba yo; sin embargo, la taquicardia había disminuido y el escalofrío había cesado, solo sentía el sudor correr por ciertas partes de mi cuerpo, para los siguientes minutos -como si estuviera en uno de esos sueño que no te dejan despertar- pude abrir los ojos de golpe y al hacer esto, mi cuerpo tambien reacciono y quede sentada, respirando con fuerza y agradeciendo al cielo no haber quedado en estado vegetal.

Sin embargo, ahí no terminaron mis problemas, al levantar la mirada pude ver el cuadro con el jardín de rosas de cristal, pero lo que acompañaba al cuadro no era la pared de la discoteca, sino una pared color crema que partia de en un piso que pudiera ser de mármol color gris con marron.

Dicen que cuando el humano siente o ve algo que no es real, busca la manera de encontrarle la lógica, ya que la lógica es lo único que al ser humano no le da miedo. Y ahí me encontraba yo girando mi cabeza para ver lo que había alrededor, porque debía de estar en la discoteca, yo debía... pero entre más miraba más mi corazón de nuevo comenzaba a ponerse nervioso y como un niño que esta apunto de llorar cuando se pierde en un supermercado, me encontraba yo, las lagrimas se querían acumular, pero yo seguía buscando razones para lo que sucedía.

Trague saliva y me levante aun mareada, me apoye en la pared y comencé a caminar a paso lento, mirando todo, quizás ese cuadro era de esos que vendían en cualquier lado y por eso estaba ahí y yo me encontraba en urgencias, una sala de urgencias muy bien decorada.  

Logré tener más confianza, omitiendo cosas como -¿Por qué si estaba en urgencias y porqué me habían dejado en el suelo?- me comenzaba acercar a las voces, pero lo que decían no me parecía que fuera lo que unos médicos dirían.

  • ¿Que te he dicho de perder la compostura? El capitan te va a matar si te ve asi, echado en la silla -reclamó una voz gruesa.
  • Ni que me estuviera viendo ahora mismo -dijo el otro hombre en tono aburrido.
  • Pero podría pasar ahora mismo o peor, podría pasar el prin… -se callaron al verme y al  llegar hasta donde ellos, planchando un poco el vestido ajustado y peinando mis cabellos castaños rebeldes, alze la mirada y el aire se escapó de mi boca y frunci el ceño confundida.

Sus ropas eran estilo militares, pero con una camisa roja, pantalón negro y  una insignia con una llama en su hombro ¿Estaban disfrazados? Mis ojos cayeron hasta su cintura y pude la espada en su funda también en rojo, gris, dorado y blanco. Parecía muy real.

Sin darme cuenta daba un paso hacia atrás, mientras ellos aún parecían estudiarme, o tal vez, hice una mueca de asco y di otro paso hacia atrás, pero uno de ellos me retuvo con su voz.

  • ¿Quien eres? -preguntó el hombre más alto, con algo de canas y cabello de un tono castaño muy claro.
  • Eh...yo… - algo estaba mal, muy mal aquí, me atreví a dar otro paso para atrás, pero eso solo causo que los dos llevaran su mano al mango.
  • ¿Cómo has entrado? ¿Eres una de las invitadas del rey? -hizo otra pregunta el mismo hombre, pero el otro chico que parecia mucho mas joven, levanto el dedo y me señaló.
  • Oh… entiendo, es una de las “invitadas” para hacerle compañía al rey o tal vez al príncipe -sonrió de lado, mirándome de arriba hacia abajo y fue cuando entendí de qué hablaba, mis mejillas se tornaron rojas.
  • ¡Como se atreve! -le grite enojada, muy enojada, sin aún prestarle atención a todo lo que había dicho- No sé de qué está hablando y hasta donde yo sé ya paso Halloween, me he desmayado y ni un doctor me ha atendido -le hable con el tono de voz más respetuoso que pude.
  • ¿Doctor? ¿Halloween? ¿De qué habla? -preguntó el mayor, con cara de confundido.
  • Olvídelo, no estoy aquí para que me esten molestando -me giré y comencé a caminar, pisando con fuerza con los tacones que estaba apunto de quitarme y lanzar.
  • ¿Para donde cree que va? -me agarró del hombro con tal fuerza, que me hizo formar una mueca de dolor- Si no es la invitada del rey, entonces es una intrusa -me presiono con más fuerza y girandome contra la pared, sujetando mis dos manos con la suya.
  • ¿De qué rey está hablando usted? ¿Acaso los drogaron? -grité molesta, aguantando el dolor que me causaba el hombre ese- ¡Suelteme! -intentaba zafarme, pero solo lograba mover los pies y ni con eso alcanzaba a patearlo.
  • ¿Sabes qué creo? -se acercó el otro guardia a mí y lo mire entre molesta y asustada- Me parece que es la primera vez que hace este trabajo y acaba de huir de nuestro rey - dijo con una sonrisa ladeada- Pero si mi rey pagó por ti, entonces debes de hacer tu trabajo ¿Lo sabes no? Vamos lo mejor será que la llevemos de nuevo a donde su majestad -le dijo al mayor de los dos.
  • ¿Qué? ¿Cómo puede faltarme el respeto de esa manera? ¡No soy una prostituta!- le grite, logrando patear entre las piernas al que me sujetaba, y por fin zafarme del agarre del guardia, para echarme a correr.

¿Mi único problema? Los zapatos ¿Quien puede correr con estos zapatos en caso urgencia? Absolutamente nadie. Maldecía mientras hacía mi mejor esfuerzo por correr sin quebrarme un pie.Tomando la primera entrada que veía en el pasillo, la cual llevaba a otro, lleno de puertas y cuadros, Y en mis intentos desesperados para que no me alcanzaran, con las manos echaba al suelo cualquiera cosa que viera cerca, en uno que otro momento escuchaba a uno de esos hombres maldecir al tropezar con lo que les lanzaba y rogaba que en verdad los estuviera retrasando, pero ya mis piernas se cansaban de tanto correr, no era que el correr fuera parte mi diario vivir y menos con zapatos de esa altura; la respiración me comenzaba a fallar a un nivel increíble al punto de quedar casi sin aire, incluso sentía dolores en mi abdomen que jamás había sentido.

Sentí un tirón en alguna parte de mi cuerpo que me hizo  casi detenerme, pero al instante recordé que no podía detenerme y obligue a mi cuerpo a seguir hasta encontrar alguna otra puerta desesperadamente, hasta que estire mi mano -ya viendo doble y apunto de vomitar comida que sentía que ni tenía- abrí la puerta  lo más rápido y lo menos torpe que pude. Entre y tranque la puerta justo antes de que esta resonara por los golpes de los guardias contra ella. me dejé caer contra lo que fuera que estuviera detrás mío, agitada, temblando, sintiendo aún más fuerte los dolores en todo mi cuerpo; sin embargo, aun así no dejaba de mirar la puerta como si mis ojos estuvieran clavados en esta.

Me iban a matar.

Cerré los ojos con fuerza buscando calmarme, pero no sabia que hacer, no tenía ni idea de como defenderme y menos de pelear; me atreví a deslizar la mirada hacia uno de mis costados, intentando ver en la oscuridad en donde estaba, entonces fue cuando vi algo brillar, era como el filo de un cuchillo y sin pensarlo dos veces, gateando e intentando ignorar los golpes que cada vez se hacían más fuertes en la puerta -incluso hasta se podía escuchar la madera crujiendo y cediendo ante estos- llegue hasta ella, mirando de reojo la puerta que estaba apunto de venirse abajo, agarre por el mango lo que ya no era un cuchillo, sino más bien una especie de espada corta, pero lo importante es que con esto podria tener algun tipo de oportunidad.

Un gran estruendo escuche a mi espalda y luego un golpe seco contra el piso, me gire rápidamente con la espada en mano -la cual no paraba de temblar- y si tenia algun tipo de confianza que con esta espada podría defenderme.

Esta había desaparecido, diez guardias habían entrado a ese cuarto oscuro donde me “escondía” presione el mango de la espada más fuerte para evitar temblar, pero ya las lagrimas corrian por mi rostro.

  • ¡Suelte el arma! -con un grito me ordenaron, pero yo no la solté, no podía, mi cuerpo se negaba a moverse-  ¡Señorita, suelte el arma o no dudaremos en utilizar la fuerza! -volvió a gritarme y dar un paso al frente hacia donde me encontraba- ¡Suelte el arma, ahora! -alzó su espada contra mi y esta se tornó roja, como cuando un metal que es calentado a altas temperaturas, reaccione al sentir el calor cerca mio y soltando la espada di un salto hacia atrás pisando mal caí al suelo- ¡Llevensela! -ordenó el mismo guardia envainando la espada y al instante tres se acercaron a mi y a la fuerza me tomaron de los brazos, me revolví intentando zafarme; sin embargo, era imposible.

No entendía qué estaba pasando ¿Quiénes eran esas personas disfrazadas? ¿Dónde estaban mis amigos? ¿Qué hacía yo ahí? ¿Por qué esa espada se había tornado roja? ¡¿Por qué tenían una espada?! ¿A donde me llevaban…?

Luego de un largo rato  ya no peleaba por safarme ni tampoco me cuestionaba más, solo esperaba que en algún momento se detuvieran donde fuera que se fueran a detener y luego solo escuche el golpe a una puerta con los nudillos, esta abrirse y una voz masculina que me hizo temblar.

  • ¿Porque me han de tocar la puerta a esta hora? -escuche decir, no tenia ganas de alzar la cabeza o tal vez no tenía la fuerza para eso
  • Su majestad, esta mujer andaba por los pasillos y por su ropa, pensábamos que era una de sus compañeras -dijo incómodo uno de los guardias, solo escuche a la otra voz solo soltar un bufido
  • Levanta la cabeza -me ordenó el guardia con voz tensa, pero al no hacerle caso, uno de los que estaba a mi alrededor jalo de mi cabello hacia atrás, obligándome a mirar al frente.

Lo primero que vi fueron sus ojos color fuego, pero un fuego antiguo, como si llevaras años y años ardiendo y ya estuviera perdiendo el brillo; sin embargo, no su calidez; el cabello rojizo con una gran cantidad de canas, piel pálida, incluso podría decirse que era un escocés. Por un segundo sus ojos se abrieron como platos y luego solo paso la mano sobre la cara, como si verme fuera su peor pesadilla...

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